Lugar: Roque de Bonanza, El Hierro
Fecha: 11/02/2011
Profundidad Máxima: 27,3m
Hora de entrada: 12:32
Duración: 84min
Temperatura: 19ºC
Compañeros: Adrián y Sacha

Han sido 9 días de absoluta felicidad así que antes de nada: Gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, gracias, Adrián por esa invitación a bucear en «tu isla» que, con permiso, también hice mía durante estos días. Todo el que ha buceado aquí sabe que El Hierro es garantía de buenas inmersiones, mucha vida submarina y espléndidos paisajes tanto en el mar como en tierra, pero… cuando uno viaja con un «Bimbache» como Adrián, oriundo de La Restinga, descubre lo más importante y auténtico de la isla; a sus gentes.

En los nueve días tuvimos oportunidad de entrar al agua 16 veces lo que me hizo regresar con 1.546 fotos (22Gb) así que, como entenderán, ahora me toca un duro trabajo de selección y retoque del material. Iré, día a día, publicando cada una de las inmersiones así que espero que en no más de dos semanas queden las 16 inmersiones en el Blog y que todos puedan tener la oportunidad de disfrutar con algunos de los bichos nuevos que hemos podido capturar para la Web.

Empezaremos por el principio, por el Roque de Bonanza. Nos habían comentado que es una inmersión con no mucha vida, pues hasta los meses de verano, donde entra carnada en la bahía, no se ven bichos. ¡No importa! Ni Adrián ni yo la habíamos hecho y nos apetecía darle una vuelta por debajo al roque más fotografiado de la isla. Aparcamos por fuera del tunel de acceso al parador (cerca del semáforo), montamos el equipo y nos dispusimos a tirar por un camino de tierra y piedras en bastante malas condiciones. Se ve que nuestra apetencia por el Roque de Bonanza no era nada original pues mientras montábamos los equipos llegaron dos furgonas de club de buceo Quimerasub en Caletillas (Tenerife) que también acababan de llegar a la isla y, antes de tirar para la Restinga, querían darle a vicio igual que nosotros.

Una vez conseguimos llegar al agua, el camino de bajada, cargados con el equipo, resultó hasta un poco peligroso. Ya en el agua, deshinchamos los chalecos y a ver qué nos depara el Roque. Justo debajo del roque vimos un pequeño tamboril que huyó tras ver el primer fogonzao de mi flash. Luego empezamos a bordear el roque por la derecha (la cara de tierra) y nos encontramos una bajada bastante profunda que no quisimos tomar así que proseguimos bordeando el roque y luego tomamos el veril a unos 15m para seguir avanzando hasta una de las puntas de la bahía. Ahí descendimos un poquito más hasta los 27m. El veril no nos brindó nada especialmente interesante así que dimos media vuelta para regresar al roque cerca del cual nos encontramos, en una cuevita con dos entradas, otro tamboril un poco más grande que el primero. Adrián se colocó en una de las entradas y yo me puse a sacar fotos como un loco desde la otra, por lo que al tamboril no pudiendo salir tuvo que posar amablemente y sin escapatoria posible. -¡Bravo!- me dije -ya tengo primeros planos de este bicho- sin saber que durante estas vacaciones vería muchos más y, a diferencia que en Tenerife, la gran mayoría daban la cara a cámara. Al dejar el tamboril vimos que los compñeros del Quimerasub andaban por la zona así que les hicimos una señal para que se acercaran a verlo y tomamos rumbo a costa.

Ya cerca de costa vimos que nos sobraba demasiado aire así que empezamos a dar vueltas a poca profundidad en busca de algún bicho más y… sorpresa un murión nos esperaba entre unas rocas y hasta nos visitó un abade curioso con el que jugamos al escondite un rato: yo me escondía detrás de un risco y él luego asomaba el hocico por el otro. Después de un rato de juego con el abade ya era hora de salir así que aleteamos hasta el punto por el que habíamos entrado y «pa fuera». Desmontamos equipos y… corriendo para la restinga que, tras este calentamiento, ya teníamos ganas de llegar y prepararlo todo para nuestra primera inmersión en La Reserva que resultaría ser una muy suavecita: El famoso «Bajón».