Lugar: Teno, Buenavista
Fecha: 02/02/2011

Profundidad Máxima: 15,6m

Hora de entrada: 10:41
Duración: 66min
Temperatura: 20ºC

Compañeros: Adrián y Sacha

Hoy realmente tocaba subida al Teide en moto, pero como la climatología no era buena decidimos la noche antes optar por una tranquila inmersión en Teno.

Ya en la costa y con botellas de 12L, la idea era coger plataforma tomando rumbo de 180º con ligera derivación oeste hasta llegar a la barranquera donde suele estar nuestro ya familiar y doblemente tímido tamboril espinoso. La corriente nos engañó pues lo que debía ser una «ligera» derivación oeste se transformó, sin apenas darnos cuenta, en un inmenso desplazamiento hacia el oeste. Rápidamente percibimos que el paisaje nos era demasiado desconocido y como, mientras yo buscaba cosillas por el fondo, Adrián iba a media agua, entre 4 y 6 metros, salió a superficie para darse cuenta de que nos estábamos, como dice la canción, «yendo para la Gomera». Así que a corregir rumbo, y en seguida llegamos a un barranco parecido al de nuestro objetivo. Tras comprobar que este barranco no era el que buscábamos empezamos a dar aleta hacia el barranco anterior, que tampoco resultó ser y así como cinco barrancos más, todo esto contra corriente. Es impresionante lo terriblemente fácil que es desplazarse a favor de corriente y lo endiabladamente complicado que resulta aletear en contra. Resultó que nos habíamos pasado de largo por bastante la cuevita del tamboril y para cuando logramos encontrarla, a parte de estar ya un poco cansados, habíamos agotado entre 50 y 60 bares (bares: unidad de medida de presión del aire restante en botella. No confundir con lugares de culto al fútbol televisado ni al paraíso del «pez garimba»). Sirvan estas líneas como advertencia a todo submarinista. Cuidadín con las corrientes de Teno!!!

Pero aletear en Teno siempre tiene su recompensa y esta vez lo era nuestro amigo el Tamboril que nos esperaba  en su cuevita. La verdad es que ya estaba cansado de sacarle fotos a su cola y me alegré de que por fin diera la cara. Tras una intensa sesión de fotos a dos falshes Tamborilín empezó a estresarse hinchándose un poquito así que lo dejamos en paz y nos fuimos a visitar el nido de la pulpita que teníamos localizado desde hace unas semanas.

La pulpita seguía ahí, al pie del cañón protegiendo sus huevas de la implacable cabrilla negra que no se separaba ni un instante de la entrada que había tapiado con pedruscos. Ya se le notaba bastante débil así que Adrián le dejó unos chicharros que le había traido de casa para ver si reponía fuerzas. Era hermoso ver a Adrián acariciando a la pulpita y dándole de comer; después de los cientos de kilos de cefalópodo que habrá «pulpiado» nuestro amigo Adrián en su Restinga natal. El cazador alimentado a su presa; si es que esto del submarinismo va a ser reveladoramente concienciador. Viva la ecología!!

Y ya, camino de vuelta, una sorpresa más. Nos esperaba un angelote juguetón, y digo jugetón por que, al contrario de lo que todos suelen hacer que es huir discretamente, éste comenzó a dar vueltas alrededor nuestro hasta que encontró una parcelita de arena donde se posó. Los que no estábamos juguetones éramos nosotros pues el manómetro nos marcaba por debajo de la reserva así que tras sacar unas pocas fotos seguimos rumbo a la costa; esta vez sin derivar hacia ningún lado.

Como viene siendo tradición en estas últimas inmersiones, nos llovió un poco mientras nos cambiábamos pero esta vez nos pudimos tomar tranquilamente nuestra cervecita con galletas para hidratarnos y reponer fuerzas y después lo mejor… ir a ver a Juan y a su perro (Elmo) a quienes les contaríamos la batallita de primerísima mano.